Un incidente de invasión auditiva en un
carnaval pone de manifiesto un mal muy arraigado en nuestra sociedad: somos
gente muy ruidosa e irrespetuosa; y eso lo sufre mucha gente todos los días.
El vecino, los vehículos, el transporte
público, los negocios, los mercados, el compañero de oficina, las iglesias; prácticamente todo el mundo
está empeñado en invadir el espacio auditivo de sus vecinos.
Creen falazmente que el alto volumen de sus
equipos los hace importantes o admirables; cuando en realidad constituye un
total irrespeto a la privacidad de sus vecinos.
La estridencia deteriora el estado
temperamental de las personas.