Sería
posible tener un periódico cundido de historias sobre malacrianza de hijos
(Aclárase que decimos posible por el material y no por los recursos, ya que
estos son destinados a lo que venda aunque esto sea malcriar a los hijos), y
una y otra vez caeríamos a la cuenta sobre la necesidad de forjar a las futuras
generaciones.
Pero
debe estar claro que si nuestra sociedad se encuentra necrótica de moralidad,
entonces, ¿Quién va a formar a nuestros hijos?.
Hace
un par de días apareció en un periódico la deprimente noticia en Estados Unidos
sobre la captura de la madre y abuela de unos niños de 1 y 3 años
respectivamente por inducirlos a consumir marihuana. Además, se les encontraron
en la casa plantas y droga procesada.
¿Puede
caber duda de que los hijos son fiel reflejo de los padres?.
En
sus declaraciones la misma abuela mencionó que se trataba de una broma para que
los niños recordaran por medio de fotografías “que tan loca era su abuela”.
De
eso no cabe ninguna duda.
Pero
nótese que en las mismas declaraciones es evidente un estado de reconocimiento
sobre una conducta contraproducente o inadecuada; simplemente que estaban
haciendo algo “malo”.
Eso
es lo peor que está pasando en nuestra sociedad; estamos teniendo un estado de
aceptación natural hacia los malos comportamientos.
Una
especie de condena a nuestros hijos a reproducir lo malas personas que somos; y
a enseñarles que en la vida la mejor forma de sobrevivir es por medio de los
atajos y los hechos ilícitos.
Parece
que se terminaron aquellos padres que procuraban mantenernos lo más alejado
posible de los riesgos a cometer ilícitos.
Se
ha perdido hasta la buena intención que nuestros padres tanto nos repetían en
que debemos ser personas de bien.