Sin
entrar en complejas interpretaciones de tipo teológico; hacemos una apreciación
más apegado a la práctica y al sentido común sobre el delicado tema de la
intercesión por los muertos que algunas religiones practican.
Nos
resulta espantoso y totalmente injusto imaginar que los familiares puedan sacar
del infierno a los más desalmados asesinos y delincuentes que hemos conocido en
la historia y que se fueron de esta vida sin mostrar siquiera asomos de
arrepentimiento.
La
simple lógica nos dice que cada quien debe dar cuenta y pagar por sus propios
hechos.
No
hay otra alternativa. No nos engañemos.
El
apóstol pablo fue claro al decir: “Porque si pecáremos voluntariamente… ya no queda más sacrificio por los pecados,
sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar
a los adversarios” (He.10:26-27).
Los
únicos que pueden optar por la salvación son los que creen en vida: “…para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16); y
los muertos, desafortunadamente, despreciaron la oportunidad que tuvieron en
vida de creer.
Al
final de cuentas el principal propósito terrenal de toda religión debería ser
que todas las personas tengan una vida en la búsqueda del bien y alejados del
mal. Las religiones deberían cerrar y no abrir las puertas hacia el pecado.
Pero
este tipo de interpretaciones crean confusión y en los pícaros hasta licencia
para delinquir.