Claro,
que en primera instancia tal apreciación puede parecer extremista. Pero esto no
se trata de un hecho aislado, sino de toda una cultura de bajeza extrema que se
inculca a los niños.
Si
los padres no perciben el perjuicio es por el mismo hecho de que tienen sus
mentes ya cegadas por el veneno de la perfidia de las olas del mundo moderno.
No
nos cansaremos de insistir en que las influencias del mundo son negativas para
la salud mental del ser humano. Y que el medio está cundido por medio de un
sofisticado aparataje montado por el poder económico y mundanal de toda clase
de influencias que solo pretenden degradar lo más posible toda concepción del
bien.
Conversábamos
con una niña que hace unos días cumplió apenas los cuatro años:
- ¿Y
porqué andás tan sudada la cabeza?
- No,
es que es mi peinado
- ¿Y
porqué andás tan maliciosa?
- Es
que allá viene un “marido” mío –Nos remató con su natural ingenuidad y total
desconocimiento de lo que implicaba su influenciada respuesta.
Sorprende sobremanera
el alcance y la agudeza de percepción que tienen los niños de aquello a lo cual
son expuestos. Seguramente
los emisarios del mal que invierten en tales producciones sonríen complacidos
ante sus logros degradantes.
Es
obvio que la inocente criatura ha sido expuesta a uno de los programas
que se destacan por mostrar explícitamente la podredumbre de nuestra
subcultura.
Pero
eso es lo más destacado y a lo que se dedican los principales recursos de
influencia masiva.
Nada
de invertir en producciones que fomenten valores, que instruyan a los niños
hacia el respeto y a la preparación para ser personas productivas; nada de
producciones que destaquen los máximos principios que fortalecen el carácter humano
como son la familia, el trabajo, la sociedad y por supremacía la devoción.