Si
su vida sigue su curso normal, de esa semillita que tienes en tu vientre,
disfrutarás la intensidad de su mirada cuando se alimente de tu pecho; el
despertar de tu instinto protector al escuchar su llanto; la delicadeza del
gusto por cuidarlo y asearlo; la satisfacción de ver como cada día se vuelve
más gracioso; la dicha de enseñarle qué es cada cosa; la alegría de verle dando
sus primeros pasos; la felicidad de sus primeras palabras cuando te diga: mamá.
Y
cuando los años te venzan, él te llevará en sus brazos.
No
lo mates. Es tu hijo.