En nuestras correrías todos estos años por las aulas y
por varias generaciones de estudiantes es justo reconocer que hemos aprendido
juntos muchas cosas de entre las cuales vale la pena destacar lo real que
resulta aquel precepto que comprometía nuestro aprendizaje desde cuando fuimos
estudiantes: “la práctica hace al maestro”.
Esto nos colocaba en una situación embarazosa porque el
sistema nunca proveyó ó facilitó precisamente esa parte tan esencial como es la
práctica de los conocimientos adquiridos en el aula.
Es así es como salimos y continúan saliendo cientos y
miles de estudiantes cada año con un manojo de conocimientos teóricos que al
momento de llevarlos a la práctica se desparraman y hasta se marchitan por el
aparente desacople.
Obviamente que sobraría a quién echarle la culpa, más la
única y real sobre la que podemos hacer algo es la que corresponde a cada uno
de nosotros individualmente como estudiantes.
Ya las mismas tendencias educativas son sugerentes e
inducen al educando a poner su cuota como la parte más importante del proceso
de enseñanza aprendizaje.
Por ejemplo, el catedrático y profesor ha ido adquiriendo
una figura de facilitador; los métodos didácticos constructivistas demandan la
participación activa y definitiva de los estudiantes para dar forma a los
contenidos; y se ha implementado la investigación de cátedra como una
alternativa para que se practique la teoría estudiada en el aula.
Pero tanto estas como otras actividades de facilitación
docente hacia la práctica pueden ser muy efectivas y provechosas o bien pueden
ser inoperantes e insuficientes dependiendo de la actitud e interés del mismo
estudiante.
Por esta razón, a parte de cualquier actividad que pueda
derivarse de la relación docente-educando se insiste a los estudiantes que el
verdadero aprendizaje es aquel que se adquiere diariamente por medio de la
aplicación de los conocimientos y la absorción de toda la información posible
del medio.
Todos debemos adquirir la conciencia de que el proceso de
aprendizaje se convierte en una tarea diaria por medio del compromiso de
enriquecernos de la mejor manera con todo el conocimiento que esté en el medio
y a nuestro alcance.
Hemos comprobado que en las aulas adquirimos el carácter,
la disciplina y la acuciosidad que nos convierte en profesionales; y los
conocimientos son la herramienta con la cual se logra dicho propósito.
Siendo así, todos sabemos que los conocimientos son
evolutivos y rápidamente se vuelven obsoletos. Toda la información que un día
nos sirvió ahora su utilidad es solo un referente.
Por lo tanto, estamos obligados a hacer del verdadero
aprendizaje una permanente tarea exaula.
Y una tarea exaula no es otra cosa más que nuestro
cotidiano vivir.