El
sistema político de los países emergentes realmente se encuentra no solo en
pañales sino en anarquía: soberbia por todos lados y partidismo, nada de buscar
la objetividad sino ganar la partida.
A
tal grado ha llegado esta situación que hasta ya se convirtió en “corillo” que
el problema entre la Asamblea y la Corte Suprema de Justicia es “político”;
cuando hasta el más neófito estudiante de derecho sabe que se trata simplemente
de desacato a las leyes; es decir, de orden jurídico.
Reconocer
oficialmente que un problema sea de carácter político es aceptar la decadencia
y debacle moral de todas las personas que participan en tremendo impasse.
¿Porqué?,
simple, porque la razón de ser de los políticos son precisamente los problemas
y para eso es que formulan leyes, para que haya orden en la sociedad; pero si
ahora vienen con que las leyes lejos de solventar situaciones están generando
problemas, eso solo podría tener un nombre y por cierto bochornoso.
No
se puede seguir enfocando esto como un problema político porque eso es estar
alimentando la anarquía y propiciando el desorden, ya que una solución política
según esta perspectiva, implicaría el invento de cualquier cosa.
Seguir
llamando problema político a un problema jurídico, nos muestra la confusión de
moralidad que existe en la sociedad y por la cual, por ejemplo, muchos siguen
llamando como un delito menor o problema conyugal al maltrato físico y moral de
las parejas, cuando claramente a la luz del derecho y de las mismas Sagradas
Escrituras este es un delito muy grave.
Y si
el problema es que grupos de diputados se ven en la tentación de elegir dos
veces durante su periodo a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia;
pues la solución es normar, ajustar la ley para no permitir que estas situaciones
vuelvan a ocurrir.
Y si
a algo tan elemental no se le puede dar trámite en la asamblea por falta de
voluntad o votos; pues debería existir un mecanismo para que una decisión tan
trascendental como es la administración de justicia a la sociedad, pueda ser
llevada directamente a la voluntad del soberano pueblo.