Para
nosotros los ciudadanos comunes, nos resulta de elemental comprensión que el
problema suscitado entre la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Legislativa
es simplemente de derecho y por lo tanto de desacato a la ley, entendiendo que
vivimos en un estado de derecho donde debería regir el imperio de la ley.
Sin
aforismos técnicos entendemos que la sala de lo constitucional es la máxima
instancia, entiéndase suprema, para hacer las necesarias interpretaciones a la
constitución, y que por lo mismo sus fallos son de obligatorio cumplimiento y
no admiten ningún recurso de apelación.
Y
que ningún otro organismo interno ni internacional está facultado bajo ninguna
posibilidad por simple lógica a intervenir en interpretaciones a la
constitución de ningún país; ya que esto representaría vulnerabilidad y entrega
de su propia soberanía.
También
al ciudadano más cuerdo le resulta fácil comprender que cada asamblea debería
elegir a los respectivos magistrados según la correlación coyuntural; es decir,
elegir magistrados una sola vez.
Pero
muchos han sido confundidos haciéndoles creer que los que se oponen a esta
doble elección de magistrados por la misma asamblea son los que militan o
simpatizan con alguna tendencia, entiéndase la derecha; lo cual no es del todo cierto,
porque amplios sectores de diferente pensamiento han coincidido, incluyendo tradicionales
blogs duros de izquierda.
El
hecho es que la sala de lo constitucional dictaminó que es inconstitucional que
una misma asamblea elija magistrados dos veces durante su periodo, algo que al
sano juicio resulta lógico; por lo cual los magistrados elegidos en estas
circunstancias quedarían deslegitimados; y sería entonces, la nueva asamblea la
que debería elegir o bien ratificar a los nuevos magistrados.
Pero
los diputados propulsores de la doble elección de magistrados entraron en
desacato al máximo tribunal de justicia. Y esas son de las cosas que los ciudadanos
comunes pareciera ser que no entendemos: el porqué de tanta obstinación para imponer
a sus propios personajes.
Así
que en ese afán, tramaron el artificio de recurrir a la Corte Centroamericana
de Justicia, organismo que aparte de no tener jurisdicción en temas internos y
menos constitucionales de sus miembros, no contaba con la representatividad de
todos los países de la región, incluso, dos miembros de nuestro país se
abstuvieron de conocer sobre el caso llegando uno incluso a la renuncia. Y además,
arrastraba dudas sobre su objetividad por fallos cuestionables como el de la
demanda interpuesta por Nicaragua a Costa Rica por daños en el rio San Juan,
país que ni siquiera es miembro de la CCJ y que obviamente favoreció al país
anfitrión.
Estos
hechos lo hacían perder su neutralidad, situación ahora evidenciada en que sí
admitieron la demanda de los diputados, pero no la de un grupo de salvadoreños
que demandaba al congreso por no acatar los fallos judiciales. Surgiendo como
efecto inmediato que emitieran la suspensión “temporal” de los fallos de la sala,
trama siniestra en vista de la inminente fecha tope de la toma de posesión; es
decir, lo que pretendían era según sus malintencionados cálculos habilitar a
los magistrados electos pero ya deslegitimados por la sentencia.
He
aquí otra de las cosas que los ciudadanos normales pareciera que no alcanzamos
a comprender: ¿Porqué se congela el efecto del acto reclamado en perjuicio del
demandado, pero no se congela la acción en litigio?. Muy simple: Artilugio de
imposición, instrumentos modernos para asestar verdaderos golpes de estado, para
imponer dictaduras de hecho disfrazadas de legalidad.
Por
eso, y a diferencia de todas las tomas de posesión de magistrados de los
periodos anteriores, nos resultó muy anormal y tenebroso que el sindicato se
tomara las instalaciones de la CSJ; que hubiera todo un mitin político enfrente
y que hasta fueran violentadas las cerraduras.
A nosotros
los ciudadanos normales no nos interesan las pasiones ideológicos de ningún
tipo sino simplemente el respeto a la legalidad, al funcionamiento de las
instituciones y al cumplimiento irrestricto de las leyes. Ese es el único
camino hacia el orden y la armonía que se nos dicta desde las mismas Sagradas
Escrituras.