Cuando las profecías hablaban de que en el
futuro el ser humano sería apoderado por las máquinas, muchos imaginaron que se
trataba de robótica y que la tecnología sería capaz de reemplazar e injertar
inteligencia humana en androides.
Eso era lo más simple de pensar y lo que
todavía al mundo entero se le está obligando a creer por medio de la poderosa
influencia mediática; así la gente aún ve distante el tiempo en que un muñeco
metálico camine a la par suya.
Pero la triste realidad es que el humano ya ha
sido poseído por la máquina.
No es posible ver a una persona sin su teléfono
“inteligente” en su mano, cintura o bolso.
Y es triste porque la masificación de la
tecnología tiene su propia orientación: cauterizar y manejar el pensamiento
popular.
Por eso no es ninguna casualidad que el sistema
operativo de la mayoría de los smartphone en el mundo se llame androide, porque
precisamente en eso pretenden convertir al mundo.
Es increíble la cantidad de tiempo improductivo
desperdiciado en el chat, en detrimento tanto de la micro como de la
macroeconomía, y ya no se diga de la misma persona hundida en el ocio. O la
línea musical con pírrico y hasta degradante contenido que las grandes
productoras obligan al gusto masivo. O la inevitable temática de violencia que
la industria cinematográfica promueve.
Así los objetivos de manipulación humana están
claros:
La tecnología de las comunicaciones: nada de
unir, informar o masificar el conocimiento; sino hacerlos perder el tiempo y neutralizar
el pensamiento.
La música masiva: acercar al ser humano lo más
posible al instinto animal donde su único placer apunte hacia las pasiones
carnales y se aleje diametralmente del crecimiento espiritual.
La cinematografía violenta: aparte de instruir
en técnicas de maldad e ilícitos, generar en la población un sentimiento masivo
de desconfianza y temor permanente orientado hacia el punto fulminante de la
autodestrucción fratricida.
La única esperanza para detener este caos es
volver a lo elemental: visitar y conversar con quienes apreciamos, cantar poemas
con el alma a la vida y crear nuestras propias películas de felicidad; cerrando
el cofre de nuestro pensamiento a toda influencia viciosa del medio.
Enfatizando: toda influencia viciosa del medio.