Las vidas privadas de muchos líderes religiosos es algo
que deja mucho que desear. Un mal que afecta a todas las religiones sin excepción.
Historias ocultas que rayan la profanación.
Tristemente muchos feligreses incautos alzan la bandera
de probidad de sus líderes bordeando la idolatría en vez de honrar solo y
únicamente a Dios. “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
quien podamos ser salvos.” (Hch.4:12); “Maldito el hombre que confía en el hombre.”
(Jer.17:5).
Por eso debemos tener
claro lo que dice la Biblia sobre estos líderes: Hagan lo que dicen, más no lo
que hacen (Mt.23:3); y también: En aquel día muchos le dirán: Señor en tu
nombre hicimos maravillas y Él los condenará (Mt.7:22-23). Todo esto, tiene que
ver con los líderes pecadores.
Ciertamente, todos
estamos expuestos al pecado, pero las figuras públicas, además de asegurarse
una sorpresa el día del juicio, se endosan el escándalo de la sociedad; y sirven
de piedra de tropiezo para muchos que obviamente, esperan que prediquen con el
ejemplo.
Al final de
cuentas, esa es la misión del enemigo espiritual: causar bajas a los que
“promueven” el bien; pero la de los cristianos, vencer la tentación.