febrero 27, 2011

49- 21/2 TERROR VIAL

La madrugada parecía apacible como todos los días; la aún densa oscuridad arropaba con su sigilo el sueño provisional de la mayoría de personas que ya se conducían hacia sus lejanos puestos de trabajo en las unidades del transporte público.
El silbo tenue del viento sobre la carretera y entre los árboles configuraba un escenario fresco, tan fresco que bordeaba el escalofrío...
Los pájaros que amenizaban con su canturreo la llegada del crepúsculo desde el inmenso árbol a un costado de la carretera, observaban con despiste el ya nutrido trajín vehicular; pero con curiosidad como una de esas gigantes máquinas que se sabían enseñorear de la carretera a grandes velocidades repentinamente se había estancado en plena vía como alma moribunda obstaculizando el flujo natural de la concurrida arteria.
Lucía imponente el armatoste inmóvil en plena vía y sin ningún tipo de señalización de precaución para todos los conductores que peligrosamente se acercaban y se veían obligados riesgosamente a buscar el momento oportuno para cambiarse de carril.
Un escenario peligroso cuya tensión parecía intensificarse proporcionalmente al despunte de la mañana y a la saturación vehicular.

Los trazos inermes de la fatalidad enfilaban desde unos cuantos kilómetros atrás a una rastra y dos autobuses hacia un punto y tiempo común guiados por la energía del abuso adrenalínico de la velocidad; por el menosprecio de la vida de sus cautivos clientes quienes les propiciaban sus salarios; por el irrespeto de las más elementales normas de tránsito y por la total ignorancia del valor de la seguridad vial.
Las máquinas se acercaban al escenario vertiginosamente y a velocidades de más de cien kilómetros por hora, en un tramo donde las autoridades habían establecido un máximo de setenta kilómetros por hora.
Los pájaros guardaron silencio y la brisa se estremeció. El vacío suspendido en el aire ahuecó su más profunda sensación de inminencia... el aura de la naturaleza circundante se rompió...
El destrozo de las leyes naturales como la inercia propiciada por la degeneración e irresponsabilidad de la mano humana lo traspone al punto del pasmo, la demencia, la abstracción, la inmovilidad y hasta la muerte...

Autómata, como sin control o ciega la rastra impacta por detrás al autobús aparcado arrastrándolo varios metros. El sonido descomunal producido por la fuerza del contacto y arrastre de ambas masas de hierro se disipa instantáneamente en un escenario frívolo donde las figuras opacas de sus despistados conductores se dan a la fuga.
Insospechadamente se acercan dos autobuses a capacidad plena de carga impulsados por una enfermiza y tradicional disputa de pasajeros a velocidades exorbitantes y precauciones nulas. El que iba adelante logra percatarse del accidente y apenas logra evadir golpeando levemente al bus con desperfectos; pero el que le seguía sin guardar distancia y ansiosamente desesperado, al apartarse el bus que llevaba adelante, se encuentra repentinamente y frente a sus narices con las dos máquinas estrujadas sin tener ninguna oportunidad para detenerse estrellándose de lleno deformando instantáneamente su forma original e incorporándose a la masa de hierro y ahora también de humanos...
Se escuchan gritos desgarradores de dolor, voces de auxilio y no menos llanto y quejas... las personas ni siquiera tienen idea de lo que ha ocurrido, solo saben que la desgracia se les interpuso en su camino y en su vida.
Más por instinto natural que por acciones razonadas intentan abandonar el lugar en el que se encuentran, en cuya forma y posición nunca se habían encontrado y les causa una sensación de dantesca irrealidad.
Poco a poco salen los que pueden y los que no pueden son auxiliados por los que se encuentran en mejor condición y por vecinos y transeúntes que solidariamente se aprestan a brindar su ayuda; otros tantos ni siquiera lograron reaccionar o saber qué cosa fue la que les arrebató la vida.

El escenario luce trágico y desgarradoramente desastroso; fulminantemente destructivo; la sombra de la muerte y la desgracia se desplaza insaciable entre la humareda. Su gusto por la destrucción no basta con la imagen de los tres vehículos gigantes aplastados, y voltea su mirada hacia la pista y a menos de un kilómetro percibe que se acerca vertiginosamente otro autobús.
Ávida de mortandad ciega la mente de su conductor y aun frente al mar de chatarra y personas apaleadas mantiene su velocidad inexplicablemente ajeno a su realidad o simplemente fuera de control por el irracional impulso de las toneladas de hierro y humanos que empujaba hacia el frente.
En una última acción logra reaccionar cruzando la dirección para evitar incorporarse a la masa trágica, pero al salirse de la carretera incontrolable se estrella contra el inmenso árbol, testigo de la cadena de hechos cuyo eslabón común de irrespeto, abuso y torpeza le arrebata la vida a su conductor junto a otras quince personas como saldo fatal de todo este percance; mientras más de cien personas resultaron heridos.
Mañana los pájaros volverán a cantar en aquel sacudido árbol el mismo canto de siempre; un canto que no logra penetrar en la mente del hombre; una mente tan dura que le es incapaz de aprender de sus desgracias; desgracias indestructibles que simplemente están ahí, esperando incorporarse en la mente de alguien...

febrero 20, 2011

48- ESTADISTICAS SOBRE VIOLENCIA EN EL 2010

Las estadísticas no son simples cifras frías, al contrario son elocuentes indicadores de situaciones específicas.
Aun con las conocidas discrepancias en los datos entre la fiscalía, policía y medicina legal, se han oficializado esta semana 4,005 homicidios durante 2010.
Para tener un contexto sobre la gravedad de nuestra extrema violencia, comparemos las cifras del vecino país de Guatemala, quien aún con todos sus problemas de crimen organizado propiciado por su proximidad limítrofe con México y sus extensas áreas boscosas de difícil control, reporta un poco más de 6,500 homicidios para el mismo período.

Con estas cifras la tasa de homicidios (por cada 100,000 habitantes) en Guatemala sería de 43; mientras que en El Salvador sería de 57; esto es 14 puntos más en nuestro país.
Visto de otra manera y considerando que Guatemala tiene el doble de población que nuestro país; esto implicaría para nosotros 8,010 homicidios (7mill=4005; 14mill=8010); es decir, que nosotros estamos generando un 23% (8010-6500/6500x100) más de violencia mortífera que nuestro vecino país.

Ante esta grave situación, causa mucha pena escuchar las voces de los sectores vivos de la sociedad apuntando y disparando toda clase de planteamientos, desde achacar ineficiencia a la función de seguridad del gobierno, hasta proponer políticas macros institucionales; pero absolutamente nadie con influencia se pronuncia por llegarle al problema desde la raíz básica y elemental como es el hogar.
Así de sencillo; así de radical; así de efectivo.
La violencia social debemos erradicarla desde sus cimientos en el seno de la familia.
Es cuestión de elemental formación simplemente enseñar a nuestros hijos a respetar al prójimo.
Si tu hijo desde sus primeros años levanta su mano para agredir a otro niño, abre tus ojos y haz algo, porque desafortunadamente es fuerte candidato a perpetuar esta espiral de insaciable violencia social.
El más simple dirá, ¿Pero qué niño no pelea?; pues la respuesta es también simple: el que es bien educado. Son pocos, pero en más de alguna ocasión hemos tenido el gusto de conocer a algún niño con buen comportamiento que no agrede a otros niños.
La solución no es inmediata, hay que sembrarla ahora para que pueda ser cosechada por nuestros hijos.

febrero 13, 2011

47- ES PRECIOSA

En el mes del amor, compartiendo esta presentación con música
A ellos: para que aprecien a sus esposas...
A ellas: para que sepan que son apreciadas...

ES PRECIOSA

Nota: si la secuencia musical de párrafos no suena sincronizada, solicítenos la presentación original y con mucho gusto se la enviamos a su correo.


febrero 06, 2011

46- BRUTALIDAD SOCIAL (3)

Justo surge un buen ejemplo para ilustrar la temática que nos ha ocupado ya por tercera semana sobre la brutalidad social como es el reciente caso publicado por un periódico la semana pasada bajo el titular: “Por un dólar mató un vigilante a un taxista”.
La pérdida de valores, la falta de cordura y la buena voluntad nuevamente son pisoteadas a partir del titular; cómo hacer comprender que el problema no se trata del infeliz dólar.
Aunque ciertamente con apenas un dólar de prudencia de ambas partes o por lo menos de una de las partes no se hubiese llegado a tan salvaje situación.

El negocio claramente es propiedad privada y por lo menos ameritaba pedir de favor aparcar el vehículo; pero ante la impertinencia del custodio que a su manera trataba de cumplir con su trabajo cobrándole el parqueo, recibió no menos agresiva respuesta: la señora a la que transportaba en primera instancia quiso acceder al pago pero este la increpó a que no lo hiciera y que mejor lo iba a golpear y que con su misma arma de equipo lo iba a matar según la versión periodística.
Pudo haber terminado hasta ahí la penosa escena. Pero en unos pocos minutos regresó y en una actitud desafiante se le puso a la par recibiendo como respuesta a su actitud cinco disparos que le segaron la vida.
Toda una secuencia de acciones desafortunadas impulsadas por tremendos defectos tan generalizados y a los que ya nos referimos anteriormente: la prepotencia y la soberbia.
La combinación de estos pecados está provocando en nuestra sociedad comunes conatos de agresión  y violencia en cada esquina y a cada minuto.

A los que nos toca lidiar con el agobiante tráfico todos los días nos consta la increíble cantidad de conductores prepotentes que circulan por las calles; y lo menos que uno piensa es: “este debería recibir una buena lección para que aprenda a respetar”.
Generalmente nos toca apartarnos, ceder el paso, esquivarlos y hasta sonreír a semejantes caras amenazantes con que se entrometen en nuestro carril.
Cuál puede ser el resultado previsto y fatídico cuando estos se encuentren con un verdadero soberbio.
En esta espiral de violencia pareciera que los soberbios son un mal necesario para contener a tantos prepotentes desencadenando todo esto un verdadero mar de intolerancia y violencia social.

Este mundo sería transformado si simplemente practicásemos una tan sola virtud humana: “el respeto”; el cual consiste en que “el derecho individual no debe estropear el derecho ajeno”; o como algunos lo han dicho: el derecho de una persona llega hasta donde comienza el de otra persona.
Esta sencilla, práctica y poderosa lógica se deriva de las sabias palabras del Maestro de maestros en su regla de oro: No hagas a nadie, lo que no quieras que te hagan (Mt.7:12).

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