septiembre 22, 2010

25- MANYU-FOREVER

Entre imágenes ya borrosas de mi infancia sobre más de alguna visita al parque zoológico nacional en pleno San Salvador, prevalece con nitidez la algarabía por aquel gigantesco animal que captaba la atención de la mayoría de visitantes.
Generalmente, durante la adolescencia y parte de la juventud parece no formar parte de nuestros destinos prioritarios; pero cuando recibimos el regalo de la procreación salta como una de las visitas indeclinables, donde se renuevan nuestras estampas de niñez ahora inflamadas en la alegría de nuestros retoños.

No cabe duda que mi pequeña disfrutaba del aviario y los primates entre otros, pero la singular simpatía se la ganaba la paquiderma con sus singulares gracias.
Como en sus mejores años, parecía agradecer las visitas de la población.
Los fines de semana ante la concurrencia paseaba galante por los contornos saludando con su trompa. Luego regresaba al campo y hacía más de alguna de sus llamativas rutinas como espolvorearse la espalda; y cuando en realidad estaba de buenas nos fascinaba con su barrito. Aún más de alguna vez la sorprendimos evacuando sendas barriladas de agua.
Parecía consciente que ella era el atractivo del parque, la gracia de aquel paseo, la mejor imagen representativa de la fauna, el más sutil vínculo entre animales y humanos.

No en vano en las culturas orientales es símbolo de fuerza, felicidad y longevidad. Incluso en Tailandia es un símbolo nacional. Y más científicamente se ha comprobado su capacidad nemónica y cognoscitiva (memoria e inteligencia).
La esperanza de vida de su especie son 56 años en libertad y es reducida casi a la mitad en cautiverio según estudios. Así, Manyula se convierte en todo un récord de fortaleza y supervivencia en un recinto en plena urbe alcanzando hasta los 58 años.
Su longevidad no nos cabe duda alguna que es obra de su propio mérito considerando todas las muertes misteriosas que se han estado dando en el parque zoológico.

Ese 24 de octubre de 2009 que la visitamos, desde el frente se desplazó hacia el costado norte por donde nos encontrábamos.
Sabía que le estaba tomando fotos y parecía posar ante cada clic. La picarona estaba tan familiarizada con la población que parecía disfrutar la expectante contemplación de la gente a cada uno de sus pausados y portentosos movimientos.
Pero justo frente a nosotros se quedó quieta un buen rato... ¡quien fuera sabio!... curiosamente mi niña pareció percibir que estaba llorando... se estaba despidiendo de nosotros... solo ella sabía que nunca más la volveríamos a ver...
MANYU FOREVER en la sensibilidad de los salvadoreños...

septiembre 01, 2010

24- GUANACOS NUNCA MAS

Aunque a muchos salvadoreños les es indiferente este gentilicio, existen varias razones para considerarlo fuera de lugar y en algún momento quizá hasta agraviante.

De por sí la palabra no tiene nada que ver con nuestros orígenes, ya que proviene de un vocablo quechua correspondiente a una tribu precolombina peruana.
Cuenta la casi ya leyenda, que en el traslado de una de las más grandes riquezas que encontraron en nuestras tierras los españoles durante la época colonial, como es el bálsamo, establecieron una ruta de traslado vía puerto Callao en Perú para llegar finalmente a España y Europa.
Tal ruta, según algunas versiones era para despistar a los piratas ó porque los españoles querían ocultar el origen real entre otras.
El asunto es que muchos de nuestros pobladores eran utilizados en tales embarcaciones y al observar sus rasgos les comenzaron a llamar como el artiodáctilo propio de la Cordillera de los Andes y obviamente no de buena fe.
Así llegó a generalizarse dicho calificativo en una de las más ejemplarizantes muestras de subyugación ya que en ningún momento se registran siquiera intentos de revertir tal trasiego.



Para el mismo diccionario de la RAE aparte del referido animal también se reconoce como un americanismo significando “persona tonta, simple”.
También las referencias que se tienen en foros en internet no es nada halagador: una de ellas alude que el animal es impertinentemente curioso (metido) y escandaloso, al grado que cuando huye de sus predadores se detiene a observar si aún lo persigue, o cuando escucha ruidos, lejos de huir sale a observar de que se trata, rasgo que dicen identificar en el salvadoreño, por ejemplo cuando oye balaceras en lugar de ponerse a salvo corre a curiosear.
Alguien dice que a ese animalito al sonarle monedas sigue a las personas, y que así es el salvadoreño, capaz de hacer cualquier cosa por dinero.
Otro se refiere a la característica de escupidor del animal, dicen que el salvadoreño lanza saliva cuando habla o tiene la mala costumbre de escupir en cualquier parte.
Alguien más incluso se refiere a lo tonto porque en la época del comercio con Perú en lugar de que vinieran de allá a traer la mercancía, los salvadoreños servían como medios de carga.



No obstante y con mayor precisión, la mejor referencia que pudiese tenerse de los salvadoreños deberían ser los “pipiles” en alusión al próspero Señorío de Cuscatlán bajo la administración de los pipiles de quienes podemos considerarnos descendientes directos; o tal vez, si acaso “pupuseros” en alusión al platillo típico propio que nos identifica y del cual gustan cuantos nos visitan y que además no puede pasar una tan sola semana sin que el salvadoreño promedio lo saboree.
Aún nos agenciamos el origen de este reconocido alimento, entre otras razones, a partir de la raíz etimológica de la misma palabra ya que proviene del nahuat, idioma de los pipiles, nuestros ascendientes.

Así que por favor, no nos llaméis guanacos nunca más.

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